La siguiente biografía
de Francisco Didier fue escrita por Miguel Castillo Didier, su sobrino nieto y
actualmente profesor titular del Centro de Estudios Griegos de la Universidad
de Chile. Su trayectoria académica es vasta y su contribución cultural incalculable.
Con mucha generosidad, don Miguel Castillo Didier accedió a escribir este texto
para acercar a nuestra comunidad educativa a las raíces de quien lleva el
nombre de nuestra institución. Agradecemos al profesor Castillo su generosidad y
esperamos que todos aprendamos al leer sus palabras.
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Francisco Didier |
Miguel Castillo Didier |
El presbítero Francisco Didier, el tío Panchito como siempre le dijimos, fue el menor de quince hermanos, hijos del matrimonio de nuestros abuelos Cirilo Didier Martínez y Clarisa Silva Arratia. Debió nacer a fines de 1909 o comienzos de 1910. Después de estudiar varios años en el Colegio Patrocinio de San José, ingresó al Seminario Conciliar, donde hizo todos los estudios de la carrera sacerdotal.
Dijo
su primera misa en 1933. El primer destino que conocemos tuvo fue el Instituto
Abdón Cifuentes de San Felipe. Allí se desempeñó como profesor de francés y
como maestro de música. Organizó el Coro del Instituto, que fue la base para un
gran coro que se formó por la reunión de grupos corales de varios colegios de
San Felipe.
El año 1944 fue designado párroco de Zapallar,
cargo que, según contaba nuestra abuela, tomó desde el comienzo con gran
entusiasmo. La nueva iglesia sólo se
alzaba en sus muros. Él se dio a la tarea de concluirla, lo que se logró al
cabo de cuatro años de incansables esfuerzos. Ya a los dos años de su estadía
en Zapallar creó la Escuela Parroquial y gestionó la llegada de las religiosas
del Amor Misericordioso. Enseguida
acometió la creación de una policlínica y la habilitación de un local para el
Centro Parroquial, que diera vida y sana entretención a la juventud. También se
preocupó de instalar una sala para la exhibición de películas, las que él mismo
venía a buscar a Santiago.
En
1947 murió su madre, nuestra abuela, y esa
pérdida lo afectó mucho. Precisamente, en junio de 1948, mientras
celebraba una misa en el aniversario de la muerte de su mamá, sufrió un
infarto. Sin embargo, y pese a los consejos médicos, no disminuyó el ritmo de
su trabajo en la parroquia.
En
los años siguientes, debió tener otro
período de reposo. Pero siguió trabajando con la misma energía.
En marzo de 1953, se sintió mal y
los médicos de la Universidad Católica le dijeron que debía internarse de
inmediato para reposo absoluto, pues tenía un aneurisma. Como esto sucedió en
la semana anterior a la Semana Santa y no quería dejar la parroquia abandonada,
recurrió a su médico particular, quien le permitió viajar a Zapallar, con la
condición de que el lunes siguiente al
Domingo de Resurrección viniera a internarse.
La noche anterior a la partida a
Zapallar, nos dijo: “Hijitos, su tío está grave. Rueguen a Dios que me conceda
un poco más de vida, porque quisiera hacer muchas cosas todavía en la
parroquia”.
Partió y retomó sus trabajos en
la parroquia. Y comenzaron las tareas de la Semana Santa. Nos contó la señora
Clara Cienfuegos, que hacía de dueña de casa, que uno de esos días, incluso
estuvo paleando en la nueva escuela, cuya construcción había iniciado. El Miércoles Santo dejó preparado el Monumento para el día
siguiente y confesó hasta tarde. Cerca de las 12 se retiró a dormir.
Al ver que no aparecía en la
mañana, la señora Cienfuegos fue a despertarlo. Pero en la madrugada del Jueves
Santo 2 de abril, se había dormido para siempre en la paz del Señor.
Fue sepultado en la tumba
familiar en Santiago y sus restos, por petición de los feligreses fueron trasladados a su actual sepultura en
1957.
Una obra maravillosa que a la luz de los hechos demandó mucho esfuerzo y dedicación, por parte del Padre Didier y de sus colaboradores. Un gran ejemplo de fe y una historia motivadora, un ejemplo a seguir.
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